¿Merecen verdaderamente morir las personas que son condenadas a la pena capital?
¿Es justo que un Estado tenga la potestad de determinar si un ser humano debe vivir o morir?
Este trabajo muestra la absoluta imposibilidad de que la pena de muerte administre justicia. Las historias de las personas que aparecen retratadas en este libro son claros ejemplos de que no importa lo horrible del crimen cometido, la pena de muerte no imparte justicia sino venganza.
Este libro hace un recorrido por cinco países que retienen la pena de muerte en su Código Penal: Estados Unidos, Japón, Bielorrusia, Malawi e Irán y muestra como independientemente del grado de desarrollo, de la religión mayoritaria o del color político en el poder, la pena capital es racista, clasista, oportunista, acaba con la vida de inocentes y puede ser utilizada por los Estados como una poderosa herramienta de control gubernamental y de represión en forma de violencia extrema aparentemente legal. Pero, por encima de todo, es tremendamente inhumana y cruel y es absolutamente incompatible con la defensa de los derechos humanos.