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1. ESTADOS UNIDOS

Un condenado no es un culpable

Son muchas y muy poderosas las razones que se argumentan en defensa de la abolición de la pena capital en los Estados Unidos. Se ha demostrado que no disuade a los delincuentes, que es racista, que afecta casi exclusivamente a los pobres que tienen menos acceso a los recursos legales necesarios para defenderse adecuadamente, que es más costoso para el Estado que mantener a alguien con vida en prisión, que es tortura y que hipócritamente intenta castigar el homicidio matando. Pero ningún argumento en contra de la pena de muerte tiene tanta repercusión entre los estadounidenses como el del riesgo de que se acabe ejecutando a una persona inocente.

La pena capital fue reinstaurada en los Estados Unidos en 1976, después de una breve moratoria. Desde entonces, las estadísticas muestran que por cada diez personas ejecutadas, hay una que consigue demostrar su inocencia y ser exonerada de toda culpa después de haber pasado una media de más de diez años en prisión luchando por su vida. De lo que se deduce que en estos momentos hay un altísimo número de personas erróneamente condenadas a muerte y en espera de ser ejecutadas.

Hay muchas causas por las que el número de condenas equivocadas es tan escandalosamente elevado. El abuso de las condenas a muerte para obtener influencia política es una de las principales. En muchos estados, no solo los candidatos a la Oficina del Gobernador hacen campaña apoyando enérgicamente la pena capital, también los jueces y los fiscales alardean del número de personas que han enviado al corredor de la muerte sabiendo que la fama de luchar duramente contra el crimen les hará ganar votos. Esta rentabilidad política de la pena capital es la causante de la corrupción del sistema. Para conseguir inculpar y condenar a alguien se llegan a presentar pruebas falsas, se fuerzan confesiones y se paga por falsos testimonios que permiten que se acabe ejecutando inocentes. Inocentes que normalmente pertenecen a los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad norteamericana. Un estudio presentado en 2017 por el Centro de Información sobre la Pena de Muerte (CIPM) revela que, de las 23 ejecuciones realizadas ese año, en el 90% de los casos los condenados presentaban evidencias significativas de enfermedades mentales, de incapacidad intelectual, de daños cerebrales o de trauma severo. O indicios de inocencia.

Los partidarios de la pena de muerte sostienen que la liberación de tantas personas inocentes del corredor de la muerte es la evidencia de que el sistema funciona y de que las nuevas tecnologías y avances forenses, como los análisis de ADN, evitan que se cometan errores irreversibles. Nada más lejos de la verdad. Cuando los presos condenados a muerte son exonerados, casi siempre es gracias a factores extrajudiciales. El trabajo incansable de los abogados o las investigaciones de periodistas y estudiantes son las que consiguen que las personas sean exoneradas. Las personas inocentes son liberadas del corredor de la muerte no gracias al sistema, sino a pesar de este.

Otro mito ampliamente aceptado, es que los exonerados reciben una compensación por sus años encarcelados erróneamente y que se les proporciona asistencia para su reintegración. Lo cierto es que la mayoría de ellos regresan a sus comunidades con poca o ninguna ayuda para su reinserción en la sociedad. Muy pocos son indemnizados. Aterrizan de golpe en un mundo bastante diferente al que dejaron, casi sin recursos para encontrar una vivienda, con un síndrome de estrés postraumático severo y con habilidades laborales limitadas o nulas. Requieren atención médica para tratar sus secuelas físicas y psíquicas, pero no tienen ningún acceso a la misma. Lloran a sus familiares y amigos desaparecidos, y el tiempo perdido. Luchan por manejar la falta de confianza, la ira y la depresión que han acumulado mientras se encontraban en el corredor de la muerte por crímenes que no cometieron.

Witness to Innocence fue fundada en el año 2005 por la monja Helen Prejean, autora y protagonista del libro Death man walking, interpretada por Susan Sarandon en el cine. Es la única organización en los Estados Unidos dedicada a empoderar a los exonerados del corredor de la muerte para que sean la voz más eficaz en la lucha por la abolición de la pena capital en el país. También proporciona una red de apoyo entre iguales para los exonerados, la mayoría de los cuales no recibe ayuda ni compensación económica alguna al abandonar la prisión.

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